Simon Critchley versus Zizek

Filósofos rara vez se van a las manos. A lo sumo flexionan sus musculos y extienden sus uñas. La causa de tales riñas son eminentemente teóricas, aunque ocasionalmente tomen forma de preocupaciones de un orden mas practico.

Recientemente el infatigable Zizek se trenzó con Simon Critchley, un pensador británico afincado en Estados Unidos, docente de la prestigiosa New School for Social Research de Nueva York. El origen del conflicto parece haber sido la reseña negativa que Zizek publicó en el London Review of Book sobre un libro reciente de Critchley titulado Infinitely Demanding: Ethics of Commitment, Politics of Resistance. La critica lleva un titulo significativo: Resistance Is Surrender.

En su reseña Zizek distingue diferentes tipos de respuesta progresistas a la hegemonía del capitalismo global: (la descripcion de las posiciones y su tentativa identificacion con pensadores contemporáneos y/o movimientos sociales es interpretación propia. Zizek se limita a describir tipos ideales)

  1. Sociodemocrática (tercera via europea, Habermas): acepta la hegemonía del capitalismo como un hecho, pero propone continuar luchando en el contexto actual. A esto Zizek lo llama social democracia o tercera via.
  2. Autonomista: acepta la hegemonía como un hecho, pero llama a la lucha desde los ‘intersticios’.
  3. Gnóstica: acepta la futilidad de toda lucha, puesto que la hegemonía es tan agobiante que contra ella nada puede hacerse, salvo esperar el desencadenamiento de una ‘violencia divina’.
  4. Postestructuralista: reconocer la futilidad de toda resistencia y por un lado tratar de defender los remanentes del estado benefactor, enfrentar al sistema con demandas que no puede satisfacer y finalmente refugiarse en la torre de marfil de la academia.
  5. Ecologista: Esta posición es mas fundamental, e identifica capitalismo con el desarrollo de la tecnología y de la razon instrumental. Puede adoptar elementos del pensamiento de Heidegger o de Jonas.
  6. Utopista: Rechaza la posibilidad de una confrontación directa, y prefiere la via de la construccion de una practica alternativa (ejemplo: movimiento Zapatista).
  7. Posmodernista: Traslada el énfasis de la lucha anticapitalista a la lucha de la hegemonía entre múltiples formas de lucha político-ideológica (esto parece referirse a Laclau)
  8. Postfordista (Hardt y Negri): postula adaptar la equación tradicional marxista a las nuevas realidades posmodernas, remplazando el rol tradicional del trabajador industrial por el ‘trabajador cognitivo’, y afirma que la contradiccion entre el rol social de la produccion y la apropiación privada de la riqueza se ha acentuado aun mas en nuestra epoca, haciendo posible el establecimiento de una democracia absoluta por vez primera en la historia.

En su articulo, Zizek rechaza todas estas alternativas, y en particular, la posmodernista que el atribuye a Critchley. Zizek caracteriza esta posición de derrotista y de refuerzo del orden existente. Mientras que Critchley aconseja abandonar el ámbito del estado, Zizek trae como contra-ejemplo el caso de Chavez, quien se apodera del aparato del estado para hacerlo funcionar según sus propios fines. Este no funciona como un estado socialista tradicional, ni aun como un estado peronista, sino dice Zizek ‘como un vehículo para la movilización de nuevas formas formas de política. Es difícil saber a que se refiere exactamente el ejemplo, que habla en términos generales de movimientos barriales sin otros particulares.

Critchley publico su respuesta en un articulo en la revista naked punch bajo el titulo de «Violent Thoughts about Slavoj Zizek», titulo que hace poca justicia al contenido. Critchley no expresa sentimientos violentos sobre Zizek. O, para ser mas precisos, si hay pensamientos violentos, malos pensamientos, se limitan al primer parrafo, donde acusa a Zizek de decir muchas mentiras acerca de Critchley. Dado que este no da otras precisiones, y no parece haber (al menos en Internet) otras intervenciones al respecto, es probable que se trate de intervenciones orales.

El articulo comienza comentando dos libros recientemente publicados por Zizek que tienen como tema central la relación entre violencia y política. Critchley quiere analizar el recurso a una «violencia divina», y en particular la conexión entre este y los conceptos desarrollados por Walter Benjamin en el texto Para una critica de la violencia . Usando la tipología presentada anteriormente por Zizek, Critchley estaria afirmando que la posición de Zizek se corresponde con la tendencia gnóstica, mientras que Zizek afirma en su articulo que Critchley representa la tendencia Posmodernista o ‘torremarfislista’. Por su parte, Zizek piensa que la suya es una alternativa diferente, una opción realista en oposición por los ocho tipos de escapismo identificados en su articulo.

El meollo del argumento de Zizek, según Critchley, es mostrar como la violencia subjetiva, la violencia que se manifiesta en actos políticos, vandalismo, o criminalidad, no serian sino la forma emergente de una violencia objetiva o sistémica, que seria una forma endémica del orden social actual. En algun momento, Zizek compara esta violencia sistémica a la materia obscura, a la vez parte del universo e invisible puesto que no emite energía. Critchley encuentra que este tipo de concepto subyace a la obra de Zizek desde sus primeros libros publicados. La violencia sistémica ocupa el lugar que tenia el concepto de ideología, una dimensión que lejos de haber sido dejada atras en el capitalismo post-socialista estructura y sutura nuestra realidad vivida. Como la violencia sistémica, la ideología es invisible a nuestros ojos pero mortíferamente real. Parte de la compulsión ideológica se expresa en el principio que enfrentamos una situación urgente y que estamos obligados a actuar. Contra esta compulsión, Zizek presenta dos alternativas. La primera es una forma de resistencia sorda, que el ilustra con la historia de Bartleby, un personaje de Melville. Bartleby, empleado por un abogado como secretario, rechaza las tareas que su jefe le impone con un simple preferiría no hacerlo’, sin otras explicaciones ni reclamos. Por el otro lado, ademas de esta resistencia pasiva, un tipo de sabotaje informe, Zizek vé la posibilidad de una violencia catastrófica y redentora. Según Critchley la primera forma no es en el fondo mas un rechazo a involucrarse, bajo el pretexto que toda acción en el fondo refuerza el orden existente. En ese caso, la única via abierta es esperar la redención por el fuego. Es a analizar los antecedentes de esta idea que Critchley dedica la mayor parte de su respuesta.

Critchley vé en Benjamin el origen de la noción de violencia redentora. Benjamin en su ensayo sobre la violencia hace una serie de distinciones entre violencia como creación de la ley (recthtsetzend ), y violencia que perpetua la ley (rechtserhalten). Todo contrato, al igual que toda constitución, tiene según Benjamin un origen violento . Pero existe una esfera en la cual relaciones interhumanas no violentas son posibles. Benjamin también retoma una distinción, originaria de Sorel, entre ‘combate político’ que refuerza el poder del estado, y la ‘huelga revolucionaria’ que lo desafía y eventualmente derrota. Y Benjamin afirma que esta ultima aspira a una solución pacifica de naturaleza similar a la que puede darse en el ámbito interpersonal (Benjamin, 1995,60-61).

Esta distinción de Benjamin sirve de trasfondo a la noción de ‘violencia divina’. Benjamin comienza encarando el problema de la violencia, y luego de constatar que el principio de la exclusión total de violencia no es compatible con la solución de los problemas humanos, se plantea sí existe, ademas de la concepción jurídica de la violencia, otra forma de naturaleza diferente. Aqui Critchley interrumpe su pensamiento con una larga digresión defendiendo sus tesis en Infinitely Demanding (vamos a analizar este libro en una próxima intervencion en este blog), cuya esencia puede resumirse así: Critchley rechaza la estetización de la violencia, la violencia del discurso, pero acepta la posibilidad de una violencia concreta, es decir, una violencia cuya justificación emana de la situación concreta en la cual se da, una posición que se acerca de la de Badiou. El ejemplo que Critchley presenta, violencia en una manifestación, es bastante significativo en su ambigüedad. Critchley comienza justificándolo diciendo que en su mayor parte estas violencias son reacción a la intervencion policial. Asimismo diferencia entre violencia contra personas y violencia contra bienes, una distinción que tambien forma parte del código legal. Pero la violencia en una manifestación no es siempre consecuencia de la represión. En muchos casos los grupos mas militantes que participan tratan de provocar esta reaccion, al punto que la distinción entre agentes provocadores y militantes es dificil de establecer. Una manifiestacion sangrientemente reprimida es mucho mas efectiva que una totalmente ignorada por las autoridades. Tampoco los bienes son abstracciones, y pueden por lo tanto ser usados como un simulacro para poner en acto fantasías retentivas. La destruccion de propiedad tanto publica como privada tiene una repercusión y un costo social, y todas las revoluciones del pasado han afrontado una crisis interna respecto de la preservación de espacios privados y público, gracias lo cual podemos aun visitar el Lover y el Hermitage, espacios de poder del ancien regime reinscriptos en un un nuevo régimen institucional, pero hemos perdido para siempre la biblioteca de Alejandría.

Pero volvamos a Benjamin. Critchley identifica como punto central del argumento de Benjamin el texto siguiente: «Porque lo cierto es que respecto a la legitimidad de los medios y a la justicia de los fines no decide jamás la razón, sino la violencia destinada sobre la primera y Dios sobre la segunda» (W. Benjamin, 1995, 62). Critchley interpreta en términos de pensamiento contemporáneo, e identifica la «razón» con el pensamiento de Kant, Rawls y Habermas. Aparentemente Benjamin estaria asignando la justificación de los medios a la razón instrumental, a la técnica (Benjamin habla de ‘violencia mítica), mientras que la legitimidad de los fines pertenece a Dios. Pero no es fácil dilucidar exactamente el sentido del texto de Benjamin. Una lectura en funcion de la distinción entre medios y fines, entre una política instrumental y una política utopia, que seria mi propia interpretación de este texto, no es de mucha utilidad para el argumento de Critchley. Por eso Critchley dirige su atención a otro elemento de este texto elusivo, la critica a la interpretación convencional del ‘no mataras’ del decálogo, e incluso, pero Critchley no se detiene al respecto, al concepto de la santidad de la vida. Siguiendo a Benjamin y a Agamben, Critchley afirma que el principio ‘no mataras’ es «una palabra que no exige, no ordena ni prohibe nada, sino que se dice solo a si misma», es decir, que puede guiar un acto, un auténtico acto, una praxis afuera y mas allá de la violencia de la ley. Esta dimension del acto es lo que Critchley considera que falta en Zizek.

Dejemos de lado la sofistica acerca del quinto mandamiento, el tema central es, como lo reconoce Critchley, la antiquísima pregunta acerca de fines y medios, y sí para alcanzar el estado de no violencia no tenemos que recurrir a la violencia. Paradójicamente, dice Critchley, la no violencia requiere actos de violencia. Este conflicto, mas que un mandamiento, existe en una situacion concreta, en la cual tenemos que inventar una solución mas que aplicar reglas a priori trascendentes. El conflicto entre violencia y no violencia revierte entonces a una situacion existencial, como si el recurso a normas trascendentes excluyese el conflicto existencial, o como si este ultimo, sin necesitar concepto o principio alguno, pudiera crear de la situación concreta misma la norma a seguirse. La problemática en la que se encuentra Critchley esta bien ejemplificada en los ejemplos que nos brinda. Respecto del Sermon de la Montaña, dice que Jesús no esta simplemente presentando una exigencia que puede ser simplemente aceptada y puesta en practica. La ética, concluye Critchley, tiene que ver con el conflicto entre las demandas y los hechos de la situación, con la experiencia de fracaso y la posibilidad de aprender algo nuevo de este fracaso.

Aquí abre otro parentesis Critchley, en el cual asimila el pensamiento de Benjamin y de Levinas, para llegar a la misma conclusión a la que habíamos llegado anteriormente: el problema de la violencia no es la violencia en sí, sino saber sí esta puede crear una situacion no violenta, y esto es algo que no podemos saber de antemano. Estamos así de alguna forma condenados a actuar sin saber sí los resultados de nuestra accion no seran justamente lo opuesto de lo que nos proponemos. En un mundo embebido de violencia, los argumentos de Carl Schmitt, que identifica política y violencia, parecen mas acordes con la realidad.

Y así volvemos al punto de partida, la critica a la no-violencia en la filosofia de Zizek. Existen dos tradiciones radicalmente opuestas en la izquierda no-parlamentaria. La primera es autoritaria, la segunda anarquista. Zizek parece pertenecer a la primera, y Critchley obviamente se identifica con la segunda. Critchley vé a Zizek en la linea ideológica de Lenin, el defensor de un estado dictatorial, cuya legitimidad no es otra que la promesa para siempre postergada de la desaparicion de todo estado en un futuro remoto. Los autoritarios como Zizek ven una única alternativa: violencia o impotencia. Para Critchley, la alternativa es la creación de «espacios intersticiales» dentro del estado. Critchley, como Zizek, descreen de la posibilidad de una ruptura radical. En un caso, parecieran buscar un tipo de exilio interior en el seno del estado existente, y la multiplicación de espacios alternativos (vease los ejemplos que trae en el articulo). En el otro, rechazan todo tipo de resistencia que no este dirigida a la toma del poder, pero sabiendo bien que esa posibilidad no existe en el horizonte actual.

Bibliografía:

Walter Benjamin, Para una critica de la violencia, Editorial Leviatan, Buenos Aires, 1995.

Simon Critchley, Infinitely Demanding: Ethics of commitment, politics of resistance, Verson, London and New York, 2007

Slavoj Zizek, Violence: Six sideways reflections, Picador, New York, 2008

Slajov Zizek, In defence of lost causes, Verso, New York, 2008

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