Filosofías de
la historia contemporánea. 1. Teoría del colapso y transhumanismo
Serge Champeau
(*)
Hubo siempre ideólogos
para proclamar el fin de las ideologías. Los historiadores y los filósofos están
felizmente para refrescarnos la memoria. Serge Audier, en un estudio reciente titulado
L’âge productiviste (La era del productivismo), nos recuerda oportunamente
que el desarrollo de las ciencias y de las técnicas, a partir del siglo xviii y
hasta nuestros días, fue acompañada de una producción ideológica abundante y
variada. Tenemos la tendencia a olvidar que los diversos discursos progresistas
(liberales, tecnocráticos o socialistas) siempre han coexistido con los también
diversos (reaccionarios, utópicos o humanistas) discursos que cuestionaban la
creencia en los beneficios del progreso y llamaban la atención sobre los daños
infligidos a la naturaleza por el hombre.
Se puede hacer
una constatación similar respecto de la ciencia histórica. Los progresos reales
de aquella están lejos de eliminar a los discursos que se aventuran mas allá de
los limites de la cientificidad, discursos a los que, puesto que intentan interpretar
el sentido del devenir human tomado en su totalidad, tradicionalmente se denomina
‘filosofías de la historia’.
El transhumanismo,
desde hace varios decenios, la colapsologia mas recientemente, o bien aquello
que se podría llamar un neoprogresivismo (del cual el mejor representante seria
sin duda Steven Pinker) se inscriben en la línea de las filosofías de la
historia de los siglos xviii y xix, al tiempo que mobilizan nuevos útiles científicos
para declamar de manera original los cinco temas que estaban en el centro de
aquellas: (1) la idea de un final de la historia (el derrumbe de la civilización,
la superación del hombre, etc.); (2) el carácter mas o menos necesario o
contingente del proceso que conduce a la historia a su final; (3) la manera en
la que la acción humana se inscribe en este proceso (para realizarlo,
acelerarlo, retardarlo, etc.); (4) El estatus de esta interpretación de
conjunto del devenir (¿se trata de una síntesis de las ciencias existentes, de
una nueva ciencia que subordina a aquellas, de una hipótesis filosófico-heurístico,
etc.?), y en fin, su apuntalamiento con los saberes científicos existentes (teoría
de la evolución, teoría de los sistemas complejos, etc.)
La teoría del
colapso es uno de estos discursos filosóficos sobre la historia, del que se podría
decir que son a la vez de baja intensidad (en el sentido de carecer del
refinamiento intelectual que encontramos en las grandes filosofías de la
historia del pasado, las de Kant, Hegel, Compte o Marx) y de eficiencia alta
(como lo demuestran su difusión rápida y la popularidad de las tesis de los
partidarios de esta teoría en Francia, o de los transhumanistas en los EEUU, o
aun, el éxito mediático en el mundo entero de las obras neoprogresistas de
Pinker o de Harari).
P. Servigne y R.
Stevenes, en su Comment tout peut s’effronder (2015) (Como todo puede
derrumbarse) sostienen las siguientes cinco tesis:
1. Nuestra civilización
‘termo-industrial’ marcha muy probablemente hacia un derrumbe (definido como el
estado en el cual las necesidades básicas no podrían ser satisfecha para una mayoría
de la población.
2. El desarrollo de
la historia humana es a la vez contingente y necesario. Contingente, puesto que
algunos han conducido a la humanidad a una vía que no era la única posible;
necesaria, puesto estas contingencias han sido ‘acerrojadas’. Un retorno hacia atrás
es ahora imposible (los autores se apoyan en los conceptos de ‘path dependency’(persistencia
del pasado) y de ‘piege abscons’(**), según los cuales la adopción arbitraria
de un sistema suboptimal, tal como el teclado QWERTY, puede hacer muy difícil
cualquier retorno. La figura del destino para estos autores no la simple necesidad,
sino la contingencia convertida en necesidad.
3. En tal filosofía
de la historia, la acción humana, tiene a lo sumo el estatus de una ‘chispa’ estimada
provocar el derrumbe final: ‘Parar en
forma completa la producción y el consumo de energías fósiles, lo que llevaría
a un derrumbe económico y probablemente político y social, incluso al fin de la
civilización termo-industrial. Alternativamente, después del derrumbe, la acción
humana tendría a lo sumo el rol de gestionar una sobrevivencia eventual o de
una hipotético renacimiento de la civilización sobre la cual los autores no
ocultan sus dudas, ya que parecen a menudo tentados sobre todo por la ‘resignación
spiritual’ de tipo individual.
4. El estatus de
esta interpretación de la historia es tanto, como en el caso de la primera
obra, el de una ciencia (colapsologia) pero de una ciencia de un tipo nuevo (‘holitista’),
pensada como una síntesis que domina todas las ciencias existentes (que por ser
parciales, son capaces de elevarse al nivel del determinismo global y de
comprender que el sistema, a casusa de su alta complejidad, esta condenado a
derrumbarse), ya sea, como en la segunda obra (en la cual los autores prefieren
hablar de colapso-filosofía), mas bien una filosofía supuesta a hacernos acceder
a una verdad superior, por métodos diferentes de aquellos de la ciencia tradicional
(la ciencia holista hace uso de la intuición, de la emoción, y de la imaginación,
que según los autores, los expertos hacen mal en dejar de lado).
5. Este discurso interpretativo,
por ultimo, se apoya en diversas disciplinas científicas (la teoría de los
sistemas complejos, el concepto de ‘path dependency’, etc.)
Los especialistas
no tendrán ninguna dificultad en detectar el uso indebido y la explotación que
se hace de estos saberes científicos (el concepto de sistema complejo, por
ejemplo, escandalosamente simplificado, es reducido a la idea según la cual cuanto
mas complejo un sistema, mas frágil es). En realidad, no se trata de saberes científicos
que se encuentran a la base de estas filosofías de la historia, sino el
postulado ingenuo de un determinismo global (contra el cual, debemos recordar,
se han construido nuestras ciencias) que permite a estos autores asimilar los fenómenos
mas diversos (crisis de energía, crisis financiera, terrorismo, pandemias, etc.)
a una única causa, el ‘sistema’, que, puesto que global es complejo, y puesto
que complejo esta condenado al derrumbarse en un enorme incontrolable ‘efecto domino’. Es así fácil, sobre el fundamento de esta
creencia, transformar mágicamente problemas reales que nuestras sociedades enfrentan
en problemas insolubles, que solo una meta-ciencia o filosofía igualmente
globales que su objeto serian capaces de aprehender, por medio de una intuición
holística (‘la imaginación permite mejor que todo percibir, conmiserarse, ‘esperar’).
Es suficiente para anudar esta bricolage de adicionar algunos viejos temas
anarquista reciclados (la acción política como chispa del proceso de derrumbe,
el mito político, rebautizado como ‘storytelling’, supuesto ser mas eficaz que
la ciencia; la bondad humana liberada por una catástrofe, a partir de la cual
la mayor parte de los seres humanos adoptaran conductas extraordinariamente
altruistas, calmas y reposadas, y eventualmente construir una sociedad ‘menos
interconectada y por lo tanto frágil, y de retomar algunos prejuicios contemporáneos,
en especial las teorías instrumentalistas y conspirativas: que las ciencias
parciales serian mentiras puesto que están al servicios del ‘sistema termo industrial’.
A falta de satisfacer los criterios de una verdad científica, esta construcción
puede bien impresionar a todos aquellos –y todos formamos mas o menos parte— que
se sienten impotentes y desanimados frente a los diversos aspectos de la crisis
del medio ambiente.
Se puede apreciar la distancia que existe entre una tal construcción y una filosofía de la historia como aquella de Marx que, sea cual sea nuestro juicio actual sobre su pertinencia, tenia en todo caso el merito, dado que se apoyaba sólidamente sobre estudios históricos, de mostrar que el sistema capitalista no es un error de navegación, una conspiración de malvados explotadores que nos embarcó en un camino arbitrario y sin salida. El capitalismo representaba para Marx una etapa en el progreso de la humanidad, un desarrollo inédito de las fuerzas productivas y la invención de nuevas relaciones de producción. Y, si bien este finalmente desarrollaba contradicciones que Marx estimaba serian fatales, no era superable a sus ojos sin que se cumplieran ciertas condiciones: solo la organización de la clase obrera en Partido revolucionario puede parir la nueva sociedad a partir de la vieja, idea que le permite a Marx articular necesidad y contingencias. Seria instructiva de este punto de vista confrontar la colapsologia a algunas filosofías de la historia que han sido hoy eclipsadas, y que pueden retrospectivamente aparecer como figuras de transición. El altermondialismo, como la colapsologia, estimada que nuestras sociedades se originan en una decisión contingente de las elites que conducen a la humanidad en la vía industrial y capitalista, pero aseguraban que otro mundo era posible a condición de que los productores y los consumadores se movilicen. Es claro que con la colapsologia se desarrolla otro sistema de creencias, en ruptura tanto con el altermondialismo que, con el movimiento de los indignados, o bien con las teorías de la ‘sociedad de riesgo;’ (Beck). El afecto dominante, en estas obras, no es mas la esperanza, sino, mas allá de la inquietud y la angustia, la ‘impresión de frustración y estupor’, el sentimiento de ‘estar cercados’, y finalmente el de tener que hacer el ‘duelo’ a una cierta idea de futuro.
Se puede
verificar rápidamente, en el caso del transhumanismo (una teoría aparentemente
opuesta, puesto que prescribe un futuro luminoso) que las cinco tesis de los
colapsologos que mencionamos constituyen de hecho una variación sobre una
estructura común a mucha de las filosofías de la historia contemporáneas. La
lectura del texto de referencia de este movimiento, The Transhumanist Reader
(2013) muestra que mas allá de las diferencias entre una versión moderada
(transhumanismo) y una versión mas radical (posthumanismo), estas teorías postulan
un proceso que conduce ineluctablemente a la historia hacia un objetivo (el
hombre mejorado por la técnica o remplazado por otra especie). Que este
objetivo este dotado de un signo positivo y no negativo, que los saberes científicos
movilizados para justificar la idea de un tal proceso ineluctable (teoría de la
evolución, modelos del cerebro tomados en préstamo de las neurociencias, etc.)
difieren de aquellos explotados por los colapsologos, que la acción humana
pueda frenar o acelerar mas o menos el proceso, todas estas diferencias no
pueden ocultar la operación que parece estar en el corazón de estas ideologías
gemelas: una forma u otra de determinismo que parece conferir al discurso global
sobre la historia el estatus de una ciencia, o de una metaciencia (síntesis de
muchas disciplinas existentes) o aun de una interpretación filosófica supuesta
permitir el acceso a una verdad superior a la científica.
El sobre todo
esta cuarta tesis, el estatus del discurso interpretativo, donde pasa la línea
de fractura entre las ideologías que acabamos de presentar y el
neoprogresivimos, que trataremos en un segundo articulo.
NOTAS
(*) Serge
Champeau es actualmente investigador en el instituto de Gobernanza Democratica (España).
La dirección de su blog es: https://sergechampeau.wordpress.com/.
Este artículo fue
publicado originalmente en Telos, sitio web francés dedicado a la discusión
de los grandes debates contemporáneos en un espíritu abierto y crítico. Se
puede visitar la pagina del sitio en la dirección: https://www.telos-eu.com. Esta traducción
se publica con la autorización expresa del autor y del sitio Telos. Toda reproducción debe mencionar esta
referencia.
(**) Se trata de
un juego de palabras difícilmente traducible. Fue aparentemente introducido
recientemente en el lenguaje francés para denotar un tipo de conducta que
persiste a pesar de que manifiestamente no es capaz de alcanzar el resultado
deseado.
https://filosofiacontemporanea.wordpress.com/?p=3214